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FUNCIONARIOS Y “FUNCIONARIOS”, “FUNCIONARIOS TRANSPARENTES”, VAGOS Y SINVERGÜENZAS. “DIVIDE Y VENCERÁS”

27 Juny 2010 Deixa un comentari

Hemos recibido un comentario, en forma de artículo, de un “empleado público con cargo de responsabilidad”, que no se identifica, y que propone una reflexión acerca de las distintas categorías de trabajadores que se podrían establecer en el seno de la Administración pública y las posibles soluciones a adoptar para hacerla más eficaz y eficiente.

El comentario entra al trapo de la polémica que se originó por el artículo que firmó el periodista Martín Ferrand, quien, entre otras cosas y, bajo el título de “la dictadura del funcionariado”, definió al colectivo como “esa casta que tiende a esclerotizar al Viejo Continente y que, con más derechos que obligaciones, se ha adueñado de la propiedad de su puesto de trabajo, al que incluso considera hereditario, y pretende vivir sin la incertidumbre que acompaña a los ciudadanos que, con sus impuestos, les retribuyen y mantienen”.  

A las palabras de Martín Ferrand le siguió una reflexión, que dio la vuelta a España, firmada por una funcionaria de la Junta de Andalucía en la que, en resumen, recriminaba al periodista haberse sumado a esa clase de tertulianos, columnistas… que creen saberlo todo y pueden opinar de todo y, generalizando, meten en el mismo saco a todos los funcionarios, les dedican comentarios despectivos y les tildan de “miserables”.

Decía la carta de la funcionaria andaluza.

Sr. Martín Ferrand son muchos ya los comentarios despectivos y miserables que se están lanzando contra los funcionarios, esa casta, como usted los llama de la que yo formo parte. Pero es precisamente su artículo de opinión, por venir de quien viene, todo un profesional del periodismo, al que yo, sinceramente creía, objetivo y sensato, el que me ha encendido sobremanera y no quiero pasar por alto mi oportunidad de respuesta porque no ha podido ser más subjetivo, más insensato y sobre todo, más erróneo en sus planteamientos contra nuestra “casta”.

En primer lugar, ni yo ni ninguno de los muchos compañeros a los que trato nos sentimos ni tenemos porqué sentirnos servidores de nadie, y mucho menos queremos ser servidos. Le aclaro que en mi declaración a Hacienda no consta que sea servidora de nadie, sino una empleada por cuenta ajena; en este caso, mi empresa es la Junta de Andalucía, a la que accedí por cierto tras unas duras oposiciones y que tras, 25 años de servicio como Administrativa (es decir 8 trienios), teniendo un complemento de exclusividad que me obliga a trabajar, como minimo, 110 horas más al año que al personal que no lo tiene y gestionando un Negociado, cobro 1.500 €, de los cuales usted se cree muy dueño de rebajar un 20%.

Comenta que por la crisis es el funcionariado el que tiene que ver disminuidos sus ingresos, ¿por qué?, ¿es que en épocas de “vacas gordas” el Gobierno hace conmigo reparto de beneficios? ¿Está usted quizás dispuesto a darme algo de sus ingresos cuando éstos sobrepasen lo que habitualmente cobra? ¿Está dispuesto acaso a hacerlo algún profesional “libre” de este país?

Le pongo un ejemplo muy concreto. Un vecino de mi bloque, trabajador de la construcción, tan discreto en ingresos como yo hasta el “boom” urbanístico, ha podido invertir y comprar 2 pisos más en Sevilla capital. Es cierto, ahora está en paro y yo y toda mi casta hemos contribuido a que pueda cobrar el subsidio de desempleo, porcentaje que pagamos todos los meses aunque a nosotros no nos haga falta, pues jamás lo cobraremos. Además, usted pretende rebajar mi sueldo un 20% para “repartir”con él  y muchos como él que ahora no les va bien. ¿Hablaría usted para que me cediera uno de sus pisos  y así dejar la hipoteca del único pisito que poseo y que me está quitando el sueño? Los dos creemos que él no estaría dispuesto, ¿verdad?.Pues yo tampoco a darle un 20% de mi sueldo.

Habla también de que pretendemos vivir sin la incertidumbre que acompaña a otros ciudadanos. Pues sí, Sr. Martín, de eso se trata, aspirar a ser funcionarios es aspirar a poco materialmente en la vida, nunca seremos ricos, pero aspiramos a la estabilidad en el empleo, recurso al que puede aspirar cualquier persona, usted también, aprobando unas oposiciones. Por tanto, si yo he aspirado a “ganar poco y vivir tranquila” es un derecho adquirido y no, no me he adueñado de nada ni considero mi puesto hereditario. Mis hijos se lo tendrán que currar y posiblemente más que los suyos, por venir de una familia más humilde o sencilla como quiera llamarlo. Y es en este punto donde más me enciendo, ¿con qué derecho se cree a proclamar a los cuatro vientos que mis dos hijos (estoy separada) tengan que vivir con un 20% menos de lo que viven?

¡Ah! y yo declaro hasta el último céntimo que gano (y todos sabemos que eso no es así en todas las profesiones, que hay mucha “economía sumergida”), por lo tanto no intente “calentarle” el ánimo a nadie con el hecho de que son los ciudadanos con sus impuestos los que me retribuyen , nosotros también contribuimos y mucho a las arcas del Estado.

Y una cosa más, considero el trabajo de esta casta mucho más importante para el país que el de su profesión, por ejemplo. Si no escribe un dia un artículo no pasa absolutamente nada, pero si mis compañeros de la Sanidad , la Enseñanza , los Cuerpos de Seguridad… no acudieran a su trabajo…

En fin Sr. Martín piense más lo que escribe antes de hacerlo.  

Ahora, en el nuevo comentario que hemos recibido de un empleado público con un cargo de responsabilidad en la Administración leemos que existen funcionarios,  “funcionarios”, entre comillas, y en el marco de esta última categoría, vagos, sinvergüenzas y “funcionarios transparentes”.

Quien opina dice dar la razón a la funcionaria de la Junta de Andalucía en cuanto al sueldo que perciben los trabajadores públicos en relación con el trabajo que desarrollan. Sin embargo, este “cargo” de la Administración arremete contra los “funcionarios” (entre comillas) porque “son la lacra laboral en la administración pública que se permiten desaparecer de su puesto de trabajo en horario laboral para irse a comprar el pan, tomar café con los amigos”.

Este es el comentario íntegro recibido en 8demarç de este empleado público con cargo de responsabilidad.

Soy empleado público con un cargo de responsabilidad y, en honor a la verdad, debo dar la razón a ambos.

Por un lado, tiene razón la afectada porque es cierto que el salario de los empleados públicos, para una misma actividad, generalmente es inferior en la administración que en la empresa privada. También es cierto que no participamos de las bonanzas económicas con la misma rapidez y magnitud, con suerte y si todo sale bien, nos actualizan el sueldo a principios de año. Con suerte y si todo sale bien esta actualización se aproxima al IPC. Cuando así ocurre, no perdemos poder adquisitivo.

Como contrapartida a estos no beneficios económicos, por lo menos hasta ahora, teníamos la certeza de que nuestro puesto de trabajo estaba garantizado de por vida.

Muchos consideran (incluidos empleados públicos) que esta garantía nos/les excluye de realizar su trabajo y así, en la administración pública, nos encontramos con excelentes trabajadores que hacen su trabajo y el de los malos trabajadores, los que todos llamamos “funcionarios”. Con esta palabra no me estoy refiriendo a quienes tienen el contrato de funcionario sino a las personas que manifiestan las actitudes indicadas a continuación.

Los “funcionarios” son aquellas personas de nuestro entorno laboral que son “medio puntuales” porque no lo son para entrar pero lo son y mucho para salir, llegando a salir incluso más de una hora antes de la hora reglamentaria. Además son “noistas” y manifiestan que no saben hacer las cosas habituales de su trabajo, con la excepción de aquellas que acarrean beneficios económicos: repartos de productividad por actividades extraordinarias, etc.

Los “funcionarios” son la lacra laboral en la administración pública que se permiten desaparecer de su puesto de trabajo en horario laboral para irse a comprar el pan, tomar café con los amigos.

Los “funcionarios” son aquellos trabajadores de la administración pública que tienen en su mesa siempre los mismos papales porque, o bien no están en su puesto de trabajo, o si están se dedican a cualquier otra cosa menos hacer su trabajo.

Estas son las actitudes que llevo viendo desde hace 13 años que empecé a trabajar en la administración pública.

Hay una solución a esta ineficiencia administrativa y son los expedientes disciplinarios. ¿Por qué no se usan?. La respuesta es tan sencilla como triste, porque muchos de los “funcionarios” ocupan puestos directivos y el primer expediente se lo tendrían que abrir a ellos.

Estos “funcionarios” de la dirección / alta dirección son facilmente reconocibles porque son los “funcionarios transparentes”, es decir:
– Nunca toman decisiones de manera individual porque desconocen el impacto y no son capaces de asuminir ningún riesgo.
– Nunca suscriben acciones donde su nombre pueda aparecen, ni aunque sea para bien, porque correrían el riesgo de tener que liderar algún proyecto y eso da trabajo.
– Son personas que no muestran el menor interés por conocer la actividad a su cargo, pues ya hay mandos intermedios que “harán lo que sea” para que todo funcione.
– Su única actividad es “firmar papelitos” y creen que con eso se ganan el sueldo.

¿Podriamos tener algún día una administración pública que funcionara?.
¿Podriamos tener algún día una administración pública de la que todos los españoles estuviéramos orgullosos?.

Por supuesto que si, sólo necesitamos quitarnos de encima a esos vagos y sinvergüenzas que todos conocemos y que dan la mala imagen al trabajo que hacemos el resto y que no realizan las funciones de su puesto:
– En la dirección: la planificación, gestión y seguimiento.
– En la ejecución: el trabajo.

¿Cómo se hace esto?. Hay muchas formas, quizás la máxima de Napoleón venga al caso: “divide y vencerás”. Traducida al ámbito laboral podría ser el reparto del trabajo: repartir el trabajor según el puesto y medir el trabajo hecho. Si dos personas que realizan la actividad la ejecutan con notables diferencias, algo está pasando y, si alguna de ellas realiza un trabajo muy por debajo de la actividad considerada ordinaria, ya hemos encontrado a un “funcionario”.

Y siempre, el responsable de un “no funcionamiento” es el jefe de la actividad porque, su responsabilidad es la gestión y coordinación de sus recursos para lograr con éxito las actividades de la unidad que dirige y, en caso de problemas, la subsanación de los mismos o la información a sus jefes superiores para su resolución.

Volviendo al principio de mis palabras, concluyo en que debo dar la razón a ambos y la razón última es porque cada uno de ellos habla de un trabajador diferente. Por un lado, el Sr. Martín Ferrand entiendo que se refiere a los “funcionarios”, mientras que la persona ofendida, entiendo yo, que pertenece al grupo de los trabajadores públicos comprometidos con su trabajo y que se esfuerza en hacerlo bien.

Creo que la administración pública podría funcionar pero, al igual que la calidad, solamente puede tener éxito si su despliegue se realiza desde la alta dirección hacia abajo y no a la inversa.